Otro: -Lo que es ahora el oficio está arruinado. Y así es con el «oficio». Sea usted, usted mismo sobre todas las cosas, so¬bre el bien y sobre el mal, sobre el placer y sobre el dolor, sobre la vida y la muerte. Pero mire: lo encuentra al Japonés un «lonyi», y de sólo verlo, supervigo raja como si viera la muerte. Y será fuerte como un demonio ‘ entonces. Fuerte a pesar de todos y contra todos. Le soplaron que el Capitán andaba tras de ella y le madrugó: ¡ Sobre ella se elevaban cuatro enormes legajos de papeles impresos,que contenian la coleccion casi completa de la Gaceta Mercantil. Quería descender para levantar en las garras a Alicia, y llevarla sobre una nube, lejos de Barrera y de la maldad. Una vez me apañaron antes de acabá el rezo y me encerraron en una pieza, con doble yave; pero me volví hormiga y me picurié. Era como una niña, te digo. Estalla una carcajada, y otro: -Será como una niña, pero te lo regalo.
Mira che. El Japonés es como una niña, de educado. Sentábase en el chinchorro a mascar tabaco, royéndolo de una rosca que parecía tasajo reseco, e inundaba el piso a salivazos sonoros. Y el día en que usted, con la fuerza de su sinceridad, les demuestre cuántos poderes tiene entre sus manos, ese día serán sus esclavos espirituales, créalo. Ese día les cobré repentino resentimiento, y loco de alcohol estuve a punto de gritar: ¡ El patrón ladea el cuerpo para ese lado del estante. Al lado de las monturas, sobre el ijar derecho de las caballerías, colgaban en rollo las sogas llaneras, cuyo extremo se anudaba a la cola de cada trotón. Bueno. Yo soy un angelito al lado del Japonés. La metrópoli, que desde el año de 1700 no había hecho más que cinco expediciones ruinosas a Venezuela, vio llegar en 1728 a sus puertos los navíos de la Compañía y llenarse sus almacenes del mismo cacao que antes recibía de las naciones extranjeras. Y hasta le encuentra defectos a los palacios que ostentan el letrero de remate judicial; y hasta ya adquiere un sentido arquitectónico, porque dice, para su coleto, que esta casa está mal situada porque no le da el sol y aquel otro terreno es estrecho para hacer en él un garage donde pueda entrar su automóvil vagón.
No sucedió así a Paredes, que, contrariado siempre en sus designios, tuvo que sufrir de nuevo con Collado los mismos disturbios que con Gutiérrez de la Peña, hasta que, renunciando de aburrido a sus provectos, se retiró a Mérida; y Trujillo, abandonada de su fundador, devorada por la discordia de sus vecinos y acosada de los insectos, los pantanos y las tempestades, anduvo vagando convertida en ciudad portátil, hasta que en 1570 pudo fijarse en el sitio que ocupa actualmente. Concluidos y armados éstos en Moporo empezó a costear las orillas de la laguna, en cuya vuelta gastó tres años de continuos debates con los saparas, quiriquires, atiles y toas, sin poder ganarles impunemente un palmo de tierra, hasta que reducidos a fuerza de armas pudo el capitán Pacheco en 1571 dar principio a la fundación de la ciudad de la nueva Zamora, en el mismo sitio en que se estableció Alfinger cuando le llamó Venezuela por la semejanza que halló con Venecia en el modo de fabricar los indios sus casas sobre estacas en medio del gran lago, que ha recibido de la ciudad el nombre de Maracaibo, así como le ha dado el de Venezuela a toda la provincia.
Calados, entre la ventolera procelosa, anduvimos leguas y leguas sin poder encontrarla, y caminando tras la nube que corría como negro muro, dimos con los peñones del desbordado Meta. Creo que hay una forma de vivir en relación con los semejantes y consigo mismo, que si no concede la felicidad, le proporciona al indivi¬duo que la practica una especie de poder mágico de dominio sobre sus semejantes: es la sinceridad. ¿De dónde sacas que es co¬mo una niña? No importe que la pena lo haga dar de cabeza contra una pared. Me hablan de mi novela; después, dos cartas escritas a máquina; una dac¬tilógrafa y un muchacho, ambos deben haber aprovechado un intervalo en la oficina para comunicarse conmigo. La poca seguridad que le prometían los naturales del Guayre le obligó a volverse a la costa para reunirse con los suyos, que habían quedado con Guaymaquare, con los cuales, después de fundar en la ensenada de Caravalleda una población bajo el nombre del Collado, volvió reforzado al valle de San Francisco en busca de unas minas que tenía noticia había en su territorio. Guanapalo, sabiendo que por ahí ganadean los indios y que los rodeos se enmontan por eyo.